domingo, 22 de mayo de 2011

Vanidades provincianas...

Escrito en 1944 en un ensayo sobre Virgilio:

"En la época actual, en que los hombres parecen más inclinados que nunca a confundir sabiduría con conocimiento y conocimiento con información, y a tratar de resolver problemas vitales en términos de ingeniería, está naciendo una nueva especie de provincianismo, que quizá merezca un hombre nuevo. No es un pronvincianismo espacial sino temporal, un provincianismo cuya historia es la mera crónica de las invenciones humanas que sirvieron en  su momento y fueron desechadas, un provincianismo para el cual el mundo es propiedad exclusiva de los vivos, sin participación alguna de los muertos. El peligro de esta clase de provincianismos es que todos, todos los pueblos de la tierra, podemos ser juntos provincianos; y a quienes no se contentan con serlo, sólo les queda convertirse en ermitaños".


T.S. Eliot "Qué es un clásico?" en Sobre la poesía y los poetas. (Trad. Mara Raquel Bengolea).

El regalo de la curiosidad

A decir verdad, no sabemos lo que incita al hombre a recorrer el mundo. ¿Curiosidad? ¿Anhelo irrefrenable de aventura? ¿necesidad de ir de asombro en asombro? Tal vez: la persona que deja de asombrarse está vacía por dentro; tiene el corazón quedamo. En aquellos que lo consideran todo dejà vu y creen que no hay nada que pueda asombrarlos ha muerto lo más hermoso: la plenitud de la vida. Heródoto se sitúa en el polo opuesto. Con su continuo ir y venir, es un nómada infatigable, ocupado en mil cosas, rebosante de planes, ideas, hipótesis... Siempre de viaje.

No abundan, sin embargo, naturalezas tan fervorosas. El hombre medio no muestra especial interés por el mundo. A él ha venido y en él se ve abligado a vivir, y no tiene más remedio que afrontar este hecho lo mejor que sepa y pueda; cuando menos esfuerzo le exija, tanto mejor. Mientras que la absorbente empresa de conocer el mundo requiere un esfuerzo gigantesco y una dedicación absoluta. La mayoría de la gente tiende más bien a desarrollar habilidades contrarias: mirar para nov ver y escuchar para no oír. De ahí que la aparición de un personaje como Heródoto -un hombre poseído por la pasión, la manía y el ansia de conocer, dotado además de inteligencia y de talento para escribir- entre enseguida en los anales de la historia universal.

KAPUSCINSKI, Ryszard: Viajes con Heródoto, 2004

Si avanzas por una calle

Si avanzas por una calle
que no acaba en un barranco,
di a los basureros: ¡Gracias!

Si regresas vivo a casa
como una rima sin mella,
di para tu mismo: ¡Gracias!

Si tienes negros presagios
y te falla la intuición,
deshaz mañana tus pasos,
di a la mariposa: ¡Gracias!

Si gritas desgañitándote
y el eco responde "¿Quién?"
dile a la identidad: ¡Gracias!

Si ves alegre una rosa,
si verla no te hace daño,
dile a tu corazón: ¡Gracias!

Si un día cuando despiertes
nadie te frota los párpados,
dile a la lucidez: ¡Gracias!

Si todavía recuerdas
una letra de tu nombre
y del nombre de tu tierra,
¡pórtate como un buen chico!,
que el señor te diga: ¡Gracias!

Mahmud Darwix (Trad. Luz Gómez)

domingo, 15 de mayo de 2011

Terapia de choque... o sobrecitos de azúcar con mensaje.

1. "¿Quién es capaz de hacer que el agua turbia se aclare? Déjala quieta y poco a poco se aclarará". Lao Tzu.

2. "La primera persona del singular -ese diablillo del yo- no es primera, ni persona, ni singular". James Hilliman.

3. "Un mal hábito entra como un huésped, se une a la familia y, finalmente, se hace con el control". El Tamud.

4. "El amor no es amor si se altera cuando hay una alteración". William Shakespeare.

5. "Para que surja lo posible hay que probar una y otra vez lo imposible". Hermann Hesse.

6. "Nadie ve realmente una flor;  es tan pequeña que no tenemos tiempo, y ver requiere tiempo". Georgia O´Keefe.

domingo, 1 de mayo de 2011

Cruzar la frontera

[...] Aquel vacío acentuaba el misterio de aquellos lugares. También me llamó la atención el silencio que reinaba en las zonas fronterizas. Aquel misterio unido al silencio me atraía y me intrigaba. Me sentía tentado a asomarme al otro lado, a ver qué había allí. Me preguntaba qué sensación se experimentaba al cruzar la frontera. ¿Qué sentía uno? ¿En qué pensaba? Debía de tratarse de un momento de gran emoción, de turbación, de tensión. ¿Cómo era ese otro lado? Seguro que diferente. Pero ¿qué significaba "diferente"? ¿Qué aspecto tenía? ¿A qué se parecía? ¿Y si no se parecía a nada de lo que yo conocía y, por lo tanto, era algo incomprensible e inimaginable? Pero, en el fonfo, mi más ardiente deseo, mi anhelo tentador y torturador que no me dejaba tranquilo, era de lo más modesto, pues lo único que me intrigaba era ese instante concreto, ese paso, ese acto básico que encierra la expresión "cruzar la frontera". Cruzarla y volver enseguida, con eso -pensaba- me bastaría, saciaría esa inexplicable y, sin embargo, muy acuciante sed psicológica. [...]


 KAPUSCINSKI, Ryszard: Viajes con Heródoto, 2004.